Búsqueda de Identidad Gastronómica.

Búsqueda de Identidad Gastronómica.

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Uno de los centros esenciales que mueve nuestra filosofía y que impulsa nuestro trabajo es la búsqueda dirigida hacia la comprensión de lo que es la identidad gastronómica; la cual podemos concebir como el vínculo existente entre la afectividad producida por las emociones inherentes al ser humano en conexión con los sabores de los alimentos que consumimos. Esta cuestión es primordial y originaria porque nuestro primer contacto con el mundo externo deviene del momento en que somos amamantados por primera vez. Desde entonces, el recién nacido comienza con la construcción del primer significado de su mundo: el hecho de la vida en sí misma y del cuerpo como vehículo que nos permite la existencia espacio-temporal. Así empieza el misterio de la lucha suprema del Ser: la unión o desunión del sí-mismo con el cuerpo. Aquí el sabor de la leche materna se convierte en lo que nos mantiene vivos, dando lugar, posteriormente, a que sea la gastronomía lo que estructura nuestra posición ante el mundo.

Desde este punto de vista, la gastronomía nos define como individuos, abarcando un Ser colectivo, porque ésta está sustentada en los estratos más profundos del Ser, siendo la base fundamental del proceso de aculturación. El vínculo sabores-sensaciones sale de los ámbitos de personalidad y abarca el núcleo más profundo e incognoscible del hombre; por eso, la forma más directa de manifestación es la comida: en ella está el reflejo de quiénes somos.

Por otro lado, el mito griego del Andrógino expresa otra cuestión fundamental que se bifurca de lo planteado: nuestra aparición en el mundo es parcial; es decir, la existencia misma acarrea un vacío inicial y misterioso en el que vemos una brecha gigante de carencia y es precisamente el arduo intento de llenar esa carencia en donde se encuentra el primer frente del proceso gastronómico. Con él tendemos a sentir una mitigación de la muerte. De aquí que la gastronomía sea lo que nos define de forma absoluta: desde lo individual a lo colectivo y social.

Ahora bien, podemos preguntarnos ¿cómo transportamos lo planteado hacia una búsqueda de identidad gastronómica venezolana? Más aún: ¿dice algo la charcutería sobre quiénes somos? Entramos ahora en otro de los ámbitos primordiales de nuestra filosofía: los venezolanos, entre los años 50 y 60, sufrimos un golpe enorme que se produjo por la adquisición de una riqueza exacerbada que no fue propia; no fue debidamente ganada por nuestra gente, sino que devino por un suceso histórico decisivo para el país: el boom petrolero. La riqueza no trabajada, prácticamente conseguida por la suerte de estar sobre un suelo muy rico, explorado y extraído por otros, siendo nosotros una especie de receptores de dichas riquezas, nos pone ante una situación de que lo que nos comemos, entre ellos, la charcutería, no son producto de un proceso autóctono. Esto indica que “hacer charcutería” no es tradición nuestra, sino que es algo traído de afuera y consumido por conveniencia. En ese punto se ve el quiebre de este país: no sabemos hacer cosas, sabemos consumirlas. Asimismo, es en ese quiebre y en su comprensión que podemos concebir de qué manera está hecha Venezuela.

Antes del boom petrolero, los venezolanos obedecíamos más a nuestra realidad. Desde entonces,  nuestro Ser colectivo era absolutamente rural, cuestión que cambió abruptamente por esa  riqueza del petróleo convirtiéndonos en un país con bases urbanas, pero artificiales; bases urbanas como producto de un proceso que viene derivado de la relación nuestra con el medio y que produjo un cambio radical en nuestro Ser colectivo. De aquí se deslinda una respuesta: la aparición de grandes cinturones de pobreza entre nosotros constituido por personas que están sustentadas artificialmente por una riqueza que no ha sido generada por sudor y esfuerzo nuestro.

La toma de consciencia de esta problemática exige un examen profundo de constante observación y análisis porque, en tanto que seamos capaces de ver las debilidades sobre las cuales nos hemos ido conformando, podremos entonces emprender un camino de búsqueda de esa identidad gastronómica y crear las bases necesarias que nos enseñe a crear auténticamente lo que comemos y por ende, lo que somos y lo que queremos llegar a ser como país.

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